“Era ese llanto que sobreviene cuando uno se siente opacamente
desgraciado. Cuando alguien se siente brillantemente desgraciado,
entonces sí vale la pena llorar con acompañamiento de temblores,
convulsiones, y, sobre todo, con público. Pero cuando, además de
desgraciado, uno se siente opaco, cuando no queda sitio para la
rebeldía, el sacrificio o la heroicidad, entonces hay que llorar sin
ruido, porque nadie puede ayudar y porque uno tiene conciencia de que
eso pasa y al final se retoma el equilibrio, la normalidad.”
Mario Benedetti, La tregua.
Lenove
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