"En
cambio, el cuento tiende por autodefinición a la esfericidad, a
cerrarse, y es aquí donde podemos hacer una doble comparación pensando
también en el cine y en la fotografía: el cine sería la novela y la
fotografía, el cuento. Una película es como una novela, un orden
abierto, un juego donde la acción y la trama podrían o no prolongarse;
el director de la película podría multiplicar incidentes sin malograrla,
incluso acaso mejorándola; en cambio, la fotografía me hace pensar
siempre en el cuento. Alguna vez hablando con fotógrafos profesionales
he sentido hasta qué punto esa imagen es válida porque el gran fotógrafo
es el hombre que hace esas fotografías que nunca olvidaremos -fotos de
Stieglitz, por ejemplo, o de Cartier-Bresson- en que el encuadre tiene
algo de fatal: ese hombre sacó esa fotografía colocando dentro de los
cuatro lados de la foto un contenido perfectamente equilibrado,
perfectamente arquitectado, perfectamente suficiente, que se basta a sí
mismo pero que además -y eso es la maravilla del cuento y de la
fotografía- proyecta una especie de aura fuera de sí misma y deja la
inquietud de imaginar lo que había más allá, a la izquierda o a la
derecha."